Lo que 2024 me enseñó
Siguiendo lo que Javier Aznar hace cada año en su columna de Vanity Fair, desde hace cuatro yo también escribo mis propios aprendizajes anuales. Aquí van los de 2024:
Hay espacios que no te están esperando, deja de forzar ciertas puertas. Un puesto superior no significa necesariamente saber más sino estar dispuesto a asumir una mayor responsabilidad. Un exceso de prudencia puede ser tan improductivo como la ausencia de la misma. Todo es susceptible de un ajuste, pero que sea mejorable no significa que no funcione. La paciencia extra nunca está de más. La libertad necesita del límite para existir (una finca sin vallas no es una finca, es solo campo). No atender a razones puede ser un piropo según qué contexto (o por qué no todo debe de estar sujeto al racionalismo o el utilitarismo). Si no te gustan tus arrugas, deja de mirarte al espejo. Preocúpate más por las arrugas del alma, que son los surcos de una conciencia intranquila. Encuentra la belleza en el desastre, ese interés genuino de volver a estar bien cuando las cosas van mal. Protege a las personas que te hacen sentir como en casa. Escucha a las que te provocan cierta incomodidad: a veces su voz es una réplica de lo que tu subconsciente lleva gritándote desde hace tiempo.
Cuando dudes, tira una moneda al aire: el lado que estás esperando que salga era la respuesta que necesitabas. La conciencia acompaña al proceso, por eso son tan necesarios los pasos intermedios. Recuerda que las carencias despiertan nuevas habilidades y no es necesariamente inteligencia, es instinto de supervivencia. Si quieres que las niñas valoren algo, valóralo tú primero: no hay palabra que pueda competir con el poder del ejemplo. Invierte tiempo y mimo en tu casa, después de un día duro, es la primera que te da la bienvenida al confort. Los atardeceres no despiden al día, matizan la noche, nos recuerdan que los colores sin orden ni acierto terminan mezclándose en negro. Empáchate de lo bello, en los días oscuros las pupilas viven de los recuerdos. La delicadeza de la vida a veces es grotesca, por eso hay que detenerse en el detalle. El desconocimiento del dolor que puedes generar no te exime de la responsabilidad de responder al daño causado. Meter prisa al tiempo es una inconsistencia en sí misma (o la importancia de impedir que la velocidad de la rutina se cargue el ritmo del día). Intentar arreglar un error del pasado es como pretender eliminar una mancha perenne: por más que frotes, la marca quedará ahí, así que es mejor aceptarlo como parte del paisaje. La ilusión es como el azúcar glas: parece simple decorado, pero es la antesala a cualquier buen bocado, aunque un exceso puede resultar empalagoso.
Quien tiene algo que contar, acabará encontrando el modo. Aprende a lidiar con la incapacidad de saber lo que otros están pensando. Intentar gustar a todo el mundo es una vía rápida para acabar odiándose a uno mismo. La coherencia es prima hermana de la credibilidad. Los años venideros son un plural que no te pertenece: aprende a vivir en el presente. El miedo al futuro puede ser tan paralizante como el enaltecimiento de la nostalgia. Tus excusas pueden revelar más de ti que tus convicciones. Demostrar confianza en alguien puede ser más persuasivo que la simple imposición. Si quieres ser útil para el otro primero moléstate en conocer sus necesidades (dentro del mar las cerillas son inservibles). No hay mayor desprecio ni nada más doloroso que la indiferencia.
Recuerda que la atención es el bien más escaso de nuestra sociedad, así que no olvides tratar con un cariño reverencial el tiempo que te dedican los demás. Las personas que distorsionan la realidad son más peligrosas que los mentirosos, porque se convencen de los paralelismos que han creado. La bondad es como la luz: brilla aún más cuando está en minoría. La incapacidad de valorar lo bueno que hay en los demás no es sólo envidia, es sobre todo desdicha. Aprende a diferenciar el continente del contenido. Las personas no pueden marcharse de un lugar en el que nunca estuvieron. Nadie es impenetrable del todo, pero si quieres entrar, deberás aprenderte los códigos. No aceptes un juego si no estás dispuesto a asumir el resultado.
Cuando estés agotada, recuerda que echarás de menos este momento, así que no esperes a que pase para aprender a valorarlo. Los consejos son como espinas: pueden proteger el rosal o hacerte sangrar, escoge con cuidado. La infancia es totalmente permeable, sé consciente en todo momento de esa responsabilidad. Las decepciones son importantes porque nos hablan de lo que anhelábamos. Compartir cercanía con un desconocido es una de las sorpresas que la madurez reserva para nosotros. Sé respetuosa con el tiempo ajeno, no confundas intensidad con pesadez, recuerda que no eres ni lo que crees ni lo que ven, defiende el punto intermedio. No seas tu propio obstáculo. Recuerda que la realidad es esférica, así que dale la vuelta para contemplar la foto completa. No busques la razón sino la perspectiva. Deja que te lean, comparte lo que lees.
Feliz Navidad y Feliz 2025. Gracias por formar parte de esta sorpresa maravillosa que ha sido Substack para mí.
Este texto merece ser guardado con cariño y vuelto a visitar una y otra vez a lo largo del año por la profundidad de los aprendizajes que encierra. Mi admiración absoluta, Cristina. Feliz Navidad.
“La coherencia es prima hermana de la credibilidad” es mi favorito. Enhorabuena por el post, ¡me ha encantado!